jueves, 3 de abril de 2008

Mantenerse en pie

Retomo mi relato con un recuerdo que me ha venido a la mente en esta noche sin luna, en esta época donde todo parece sombrío como estas horas al borde del amanecer, en estos días de desesperanza. Ha venido a mi recuerdo como un asidero en el precipicio, y quizás por ello me he visto a empujado a escribirla.
Mi recuerdo no empieza en una bella corte, ni en un tranquilo templo, empieza en la muralla y la imagen de mi maestro y la mía propia se ven acompañadas por sonidos de batalla, el entrechocar del acero y los gritos de rabia y dolor de los soldados. Recuerdo a mi maestro golpeando con fuerza a uno de esos monstruos, al samurai que había sido nuestro anfitrión partiendo en dos el cráneo de un oni con su tsubo y al joven con el que había compartido entrenamiento muriendo entre las fauces de un demonio. Y recuerdo el amargo sabor de la sangre, pero sobre todo el sabor que queda en la boca tras la batalla, es algo indefinible pero imposible de olvidar incluso cuando no se conoce.
Después de la batalla me quede en la muralla mirando la carnicería, no se cuanto pase allí solo recuerdo que cuando mi maestro se acerco, mis piernas estaban entumecidas. Se acerco a mi no como mi maestro, sino de una manera que hasta ahora no le había conocido, de la forma que se acerca un camarada de armas a otro. Su voz sonó cansada y no por el esfuerzo:

- Bueno salimos de esta - dijo en un susurro
- ¿Por cuanto tiempo? - respondí quitandome el sudor de la frente
- Hasta la próxima- respondió con aspereza el Togashi
- No es mucho consuelo - conteste sin mirarle
- Nadie ha dicho que sea un consuelo - respondió mi maestro - Solo un momento, un espejismo de tranquilidad -
- Llevan siglos luchando y no se acaba- dije confundido - no ganaran nunca, nunca se acabara-
- Ellos lo saben - respondió con una media sonrisa mi maestro - Pero tienen que fingir que no los saben, mentirse para seguir adelante.
- Pero como puedes mentirse sobre algo así - dije todavía mas confuso
- Porque es la única forma de seguir adelante, hay mentiras necesarias que evitan que nos volvamos locos- respondió serio mi maestro
- Pero porque no abandonar, porque seguir adelante sabiendo que al final no hay posibilidades de victoria - Interpele a mi acompañante
- Porque la otra solución empieza en la punta de tu espada - respondió el Togashi
- Hay veces que pienso en dejar de luchar - dije dejandome llevar
- Al final el único consuelo que te quedara, no serán lo alagos, ni los honores - dijo mi maestro- El único premio que te quedara es la certeza de que te mantuviste en pie, de que luchaste hasta el final y esa ultima pizca de orgullo, ese ultimo trozo de dignidad no te fue arrebatado.

Ahora recuerdo las palabras de mi maestro, y es lo único que impulsa a levantarme de mi cama y ponerme mi armadura, ninguna otra cosa podría hacerlo. Mientras me visto y me miro al espejo, veo al hombre que hay en el espejo y no reconocozco al extraño que veo en el, no queda nada del joven idealista y apasionado, solo hay cansancio y hastió. Mientras me ajusto mi espada en el obi, recuerdo a mi maestro, sus palabras en mi mente alimentan los rescoldos casi apagados de mi alma.